lunes, 17 de diciembre de 2012

SENTIDO COMÚN


Siempre he querido escribir un texto robusto al respecto de este tema, de hecho lo he iniciado varias veces de distintas maneras, pero en algún momento del proceso, las cosas desvarían o cualquier otra actividad me distrae y dejo inconclusa mi intención.

En primer término deseo expresar que para nada es mi deseo hacer un ensayo o recurrir a más fuentes que las de la experiencia, no citaré ni mencionaré más fuentes que las mías, escribiré solo lo que deseo expresar al respecto y en todo caso, haré una revisión final.

En mis años infantiles mi padre repitió una frase que se me pegó para toda la vida: “el sentido común es el menos común de los sentidos”, de repente pensé, ni siquiera está catalogado como uno de los 5 sentidos, vista, olfato, gusto, tacto y oído; adicionalmente pensé, quizás es al que llaman el “sexto sentido”, pero mi intuición me dijo que no.

Finalmente la intuición es el sexto sentido, es el sentido extrasensorial que no percibimos físicamente pero que resulta ser una potente herramienta cuando de corazonadas se trata, ahora soy un poco más lógico al respecto y asumo que entre más años, más experiencia, mayor conocimiento del entorno, más serenidad y paciencia, la intuición se fortalece y no es más que el sentido común disfrazado hermosamente de algo más exótico.

Se trata de una serie de procesos, de pensamientos, de recuerdos almacenados y entrelazados, cuyo objeto por separado es ocupar espacio en nuestras memorias, pero al juntarlos unos con otros, al mezclarlos, son tan útiles que nos permiten incluso, predecir el futuro.

Pero dialécticamente, el sentido común más básico, más sencillo, más primitivo, lo encontramos desarrollado desde los primeros meses de vida, los arco reflejos, los condicionantes, los métodos y los medios que desarrollamos para hacernos escuchar, para aprender rápidamente a desarrollarnos, a comunicarnos, a movernos, a volvernos dependientes o independientes, de acuerdo a nuestras propias conveniencias, que en casos tienen que ver incluso con las capacidades o incapacidades de las que hemos sido dotados.

Es decir, el sentido común es tan intrínseco a nuestras vidas como el resto de los sentidos y al igual que estos, se va desarrollando con los años, se va puliendo, mejorando, pero como pasa con lo que se pone en contacto con el entorno social, deja de ser puro por los prejuicios o los valores adquiridos; estoy seguro que lo que vemos, escuchamos, probamos, olemos o tocamos, adquiere diferencia y subjetividad cuando alguien más nos dice: “mira qué bonito”, “huele que rico”, “prueba que dulce”.

Es cierto que existen valores universales que tienen que ver con el propio sentido común, con lo que es bueno y malo, útil o innecesario, peligroso o prudente, pero al ser tocado por el entorno social, cualquier valor está sujeto a radicalizarse a los grados incluso de su desaparición o de su inclusión en una nueva escala de valores, diferente a la que se usaba en otra época o en otra sociedad.

Por ejemplo, el concepto de la belleza ha sufrido severas transformaciones a lo largo de la existencia del hombre como individuo en sociedad, sin embargo el sentido común debiera al menos limitarnos a lo permitido por la salud y la razón, lo que no sucede.

También está el caso de la justicia, de la paz, del orden, del derecho, el sentido común debiera hacernos sociedades de leyes, de respeto, de convivencia pacífica y lamentablemente tampoco ha pasado así.

Entonces, sí, el sentido común es el menos común de los sentidos y gracias a ello, aparece cuando ya no hay más solución, cuando se han agotado todas las vías, incluso las más difíciles de imaginar y las más difíciles de llevar a cabo, aún y cuando siempre estuvo a la mano, hacer lo más sencillo, lo más natural, lo que finalmente dicta el sentido común.

Pongamos el caso de la gordura o en un punto más álgido de la obesidad, independientemente de las condiciones patológicas o clínicas, quienes subimos de peso lo hacemos porque no usamos el sentido común, porque seguimos comiendo a pesar de no tener hambre, porque nos gusta comer más, mucho más de lo que en realidad necesitamos para vivir, porque además ingerimos cosas innecesarias, insanas, y lo peor de todo, que cuando consumimos lo que según nosotros son alimentos sanos, también lo hacemos sin ninguna medida y sin conocer los límites de lo necesario, lo prudente y lo tóxico; comer fruta o tomar jugos también hace daño, pero también lo es no consumir ciertos alimentos a los que renunciamos porque pensamos que son insanos, si no vean la gran cantidad de vertientes que devienen de los vegetarianos, al grado de que exista gente que solo consume manzanas, zanahorias, o plantas, lo que repito, tampoco es del todo sano.

¿En qué parte quedó el sentido común Desapareció con la llegada de la sociedad, de la convivencia, y de repente pensar con sentido común se convirtió en tarea de filósofos y pensadores y actuar con sentido común en tarea de pragmáticos y emprendedores?

El hecho es que al volverse escaso, se escondió tras las faldas de la sociedad que lo inhibe, que lo acurruca, para permitirnos vivir hedonistamente, placenteramente, para poder abusar de los más débiles, para poder enriquecernos majaderamente.

¿Qué pasaría si a partir de ya, todos usáramos el sentido común?

Seguramente nos iría mil veces mejor como individuos, como familias y como sociedades, viviríamos en plena armonía entre nosotros, con nuestro entorno y con la naturaleza, haríamos lo suficiente, de la mejor manera y consumiríamos lo suficiente con el mayor de los aprovechamientos.

No tendríamos que ostentar, presumir, robar, engañar, estafar, matar, envidiar o excedernos en nada.

Si por alguna razón se gestara una controversia, se resolvería conforme a los principios del sentido común, que también son los principios generales del derecho; si alguien necesitara algo, alguien más con posibilidad de brindárselo, se lo daría, esperando no solo el agradecimiento, sino la compensación en medida y posibilidad proporcional al adeudo y a la capacidad del responsable.

El amor no tendría porque limitarse al matrimonio y no tendría porque extinguirse, lo mismo pasaría con la amistad y con las relaciones personales de todo tipo.

En fin, creo que Tomás Moro lo planteo de un modo, que Carlos Marx y Federico Engels de otro, que los propios norteamericanos han tenido sus teorías, un poco más duras, que existen documentos como el Código de Hamurabi, la Biblia, el Corán o la Constitución - que a pesar de algunas dialécticas contradicciones - sientan precedentes, que Jesús lo promovía, a su modo, pero que finalmente a pesar de ser una sola especie que habitamos un mismo y único planeta, simplemente no podemos ponernos de acuerdo.

Mientras tanto el sentido común seguirá siendo definitorio, será el punto distintivo de nuestros líderes, de los humanos grandes, destinados a servirle al mundo, a la especie y a pasar a la historia, por hacer lo que simplemente se tiene que hacer.

El sentido común me dice que más que escribir al respecto, tengo que llevarlo a la práctica, quizá por eso, jamás he concluido un texto que de momento, me sigue pareciendo inconcluso y en todo caso, carente de sentido.

lunes, 10 de diciembre de 2012

HOY EN MI CUMPLEAÑOS

MI CUMPLEAÑOS 35

Me siento de 35, ni más ni menos, cada año, cada día, cada experiencia, cada risa, abrazo, lagrima, beso, tropiezo, éxito, verso, rima, discurso, viaje, cada cabello menos, cada satisfacción más, cada kilo, cada paso, cada no, cada si, cada respiro y cada suspiro, pueden dar cuenta de mis 35 años.

El mejor regalo que he recibido en la vida, ha sido la vida misma, hace 35 años, me la dio Dios y la hicieron posible mis padres, los jóvenes novicios Vicky y Jaime que con el pretexto de un discurso se regalaron su amor y a mi de paso me dieron la vida. Después, muchas cosas,  el regreso de Manolin a casa, en 1986, después de vencer a la muerte y a la extraña púrpura, ese día también, los bisteces encebollados de mi tía Lourdes y las películas que mi papá rento en el super esteves de Hidalgo; siempre mi comida favorita, mi pastel predilecto, el único que me como, el de mi mamá, mi chamarra del Toluca, mi reloj bueno, tantas y tantas películas, video juegos, corbatas, pomos, un video tipo jerry mcguire, mi iPad, mis tamales salados, un suéter y una bufanda cortesía de mamá Mary.

En 1979, se mandaron hacer jarritos a Metepec, todavía conservo algunos; he pasado cumpleaños solo, muy acompañado, enfermo, triste, eufórico, incluso con resaca, he recibido todo y jamás me he quedado insatisfecho, gracias a que lo único que pido siempre me es concedido.

Las llamadas tempranera una y muy tarde otra de mi abuelo Don Job y de mi tío Mariano la segunda.

Los mensajes extraños y desconcertantes de quien sin más me echo de su vida pero se sigue acordando de mi cumpleaños.

Las mañanitas en la oficina, la serenata en mi ventana, el programa especial de radio, la intimidad cumpleañera, el concierto esperado... En fin, tengo 35 años y muchos motivos para festejar, otros tantos para reflexionar y uno que otro para suspirar.

Tengo dos padres que con su vida me han dado ejemplos y lecciones, traigo tanto de ellos en la sangre que se que todo lo bueno que soy se los debo.

Tengo dos hermanos que son mi calca y mi némesis, tan distintos que nos parecemos tanto y tan parecidos que casi nunca los entiendo.

Tengo el amor que no comprende pero que ama con locura, y la conveniente admiración de quien desinteresadamente es la persona más cariñosa del planeta.

Tengo tantos amigos como se puedan desear y necesitar, solidarios, alcahuetes, cercanos y respetuosos, siempre atentos y distantes, fieles exponentes del arte de entenderme o darme el avión.

Rivales y enemigos no tengo, habrá seguramente a quien no le agrado pero nadie que pueda sentirse agredido u ofendido por mi, esa no es mi naturaleza.

Hoy en mi cumpleaños, me doy cuenta de tanto, porque en días como hoy es cuando se tiene la oportunidad de hacerlo, hoy a 35 años y a 34 años y 365 días (2012 es bisiesto), me siento de 35, ni más ni menos, aunque el biotest diga otra cosa.

Mañana cumplo 35 años, y es el día 11 de diciembre número 36 de mi vida, a partir del cual, estaré viviendo la versión 36 de cada fecha del calendario, que espero, y esa es mi intención, sean inolvidables, provechosos y a pesar de todo lo que pueda presentarse, dignos de ser vividos y luego recordados. Ahí voy.